El cristianismo no es una escuela de superación personal
Todo aquel que quiera salvar su vida, la perderá. Aquel que pierda su vida por mi, la salvará.
Hace unos días, como de costumbre, fui a visitar al Señor en La Eucaristía. Cuando llegué al aposento me encontré con una anciana que interrogaba a una joven mujer despechugada por la causa que la había impulsado a estar en aquel recinto santo. Ciertamente me pareció que esta muchacha estaba fuera de lugar, pues su forma de vestir era un poco impúdica para estar delante del Señor, pero esto no me sorprendió en este siglo 21 tan desaliñado. Lo que me sorprendió fue la respuesta de la joven mientras ignorándolas me arrodillaba para adorar al santísimo. “Estoy aquí porque quiero superarme y hacerme más espiritual” respondía la joven mujer. Yo, sin hablar en voz alta le contesté en mis pensamientos, “Pues vaya chasco que te vas a llevar. En verdad no sabes que aquí venimos a salvar a otros y no a salvarnos nosotros mismos.”
Muchos que se aceraran a Jesús no saben que el Cristianismo no es un método de superación personal y encontrar la salvación, sino por el contrario, el Cristianismo es un camino donde nuestro objetivo común es perder nuestra vida ofreciendo todas nuestras oraciones, sufrimientos y trabajos para buscar la salvación de otros, siguiendo así los pasos de Jesús. El cristianismo no es una metodología narcisista que nos enseña a buscar la superación del “yo”, sino es un camino donde buscamos la salvación del prójimo, y por eso dijo Jesús que aquel que quiera salvar su vida la perderá; más no obstante, el que pierda su vida por él la salvará. ¿Y quién es él, y qué significa perder nuestra vida por él? Él es el prójimo, como nos enseña San Juan en su epístola universal.
También San Pablo nos adiestra en nuestra misión como discípulos del Señor cuando nos dice, en la Carta a los Colosenses, capítulo uno, versículo 24, que aún le ‘falta sufrir en su carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo para la salvación de la Iglesia’.
El cristianismo no es un culto de superación personal donde sus adeptos buscan la santidad en sí misma, para tratar de estar sentados lo más cercanos que puedan a cetro del Señor, pues eso es vanidad. El Cristianismo es la cruz donde olvidamos nuestra vida ofreciéndonos como sacrificio puro y santo para obtener la redención de nuestro prójimo. Y así, de esta forma llegamos a ser parte de la familia corredentora, junto con Santa María, corredentora, la cual nos enseña a rezar el Rosario y pedir por la salvación no solo de la Iglesia, sino de el mundo entero.
En efecto, la salvación de la humanidad está en el corazón del seguidor de Cristo, y no la salvación personal, la cual recibimos cuando imitamos a Cristo en la cruz cuando perdemos nuestra vida, en nuestras enfermedades, sufrimientos, desdichas, dolores y angustias encontramos la corredención para nuestro próximo. Y fue por esto que él nos dijo que todo aquel que quiera salvar su vida, la perderá.
No vengas a Cristo para buscar tu salvación personal. Ven a Cristo a ofrecer tu vida, junto con Cristo en la Cruz, para encontrar la salvación que él ofrece al mundo entero. Si buscas una escuela de superación espiritual y material personal, el Cristianismo no es el camino. Y tú me dirás, como aquel joven rico, que te has superado cumpliendo todos los mandamientos de Dios, y él te dirá, que si quieres ser perfecto vendas todo lo que tienes y lo des a los pobres. ¿Y qué es lo que en verdad te está diciendo el Señor? El té dice que te olvides de ti mismo, que no busques salvar tu vida, que pierdas tu vida en la Cruz, por él, con él y en él, para salvar al mundo entero.
Amén.