Porque el Amor es todo, es él, y él quiere que le conozcamos tal cual él es. Él es Amor, pues el Amor es una persona, y esa es la persona de Dios. ¿Qué es acaso la Cruz, sino la forma en que el nos dice quién él es en verdad? ¿Qué es su Cuerpo y Sangre, sino Dios dándonos de comer de él mismo? Y que conste que le es muy doloroso darse a comer y a beber, y así nos quiere enseñar que seamos, como él. ¿No somos acaso sus hijos, a quiénes nos ha dado todas las cosas a administrar, en este mundo y el venidero? Por tanto él quiere que le conozcamos como quien es él, para que así administremos como él administra, desde la Cruz, dándose a comer y beber. Ahora estamos aprendiendo como es él, para que le dejemos a él ser en nosotros, y así se convierte en verdadero Emanuel, Dios en medio de nosotros, habitando entre nosotros, en su palabra y en su carne y sangre, que mora en nosotros. Él quiere estar siempre en medio de nosotros, y así brotar de nosotros ríos de amor y su palabra. Es como la unión perfecta de Dios con nosotros, así como lo es Maria Inmaculada en él, por él, con él, esposa, madre, hija. Todo es la historia de Amor más hermosa jamás narrada a los hombres, las Bodas del Cordero, el matrimonio de él con Maria. Esas son las Bodas del Cordero, cuando Dios y Maria Inmaculada se casaron. La unión perfecta a la que somos invitados como familia de María, aquella cuya fe nos ha alcanzado la salvación, pues él le dijo a ella: “cree en Jesucristo y serás salva, tú y tu casa,” y nosotros somos la de la casa de María, pues rezamos el Rosario con ella.
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